domingo, 21 de marzo de 2010

Naga es en verdad lo que parece ser

Lo que parecía ser la peor elección de la vida, a veces termina siendo la mejor (o, por lo menos, una no tan mala).

Mi historia parte el 8 de marzo, día en el cual volví a ser novata. Algunos quizás me envidiarían, no muchos pueden jactarse ni darse el lujo de volver a empezar, pero la verdad es que yo lo odié. Y con todo mi ser. Qué lata estar rodeada de gente pelolais, qué lata tener que decir que eres de región pero en verdad no, qué lata conocer gente, qué lata estudiar. Qué lata. Cero disposición, cero ganas, cero motivación. Por ende: mal humor, depresión, y tantos otros; el sin-sentido máximo de la vida.

Pero, ¿han cachado que, por lo general, al primero que saludas cuando estás en un lugar de pura gente desconocida es con quién te quedas, por lo menos por un buen tiempo? Para variar, quienes me hablaron no me tincaron para nada. Iba con una idea fija en la cabeza, así que no lo pasé muy bien. El prejuicio, que abunda cuando uno anda obtuso de mente, prevaleció casi dos semanas. No hablé con nadie más por puro orgullo. Pero como la naturaleza suele ser sabia, una conversación por Facebook con una de esas personas que parecía no ser de mi onda resultó serlo. Aún es muy temprano para decir y emitir juicio, pero el switch cambió.

El sábado fui a un asado de los novatos psicólogos en el intercomunal. Terminamos en la casa de uno de ellos, unos más ebrios que otros (yo entre los primeros), hablando de la vida y de puras weás. Ahora, en vez de lata, tengo otras cosas: emoción, miedo, incertidumbre, cansancio, expectativas.

Hay que ver qué pasa el lunes.

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